LAS PRINCIPALES REGIONES DE DIFUSION DEL EREMITISMO: Ya hemos apuntado que el eremitismo pudo tener etapas con mayor o menor abundancia de anacoretas. Nos hemos referido al probable proceso de formación de lauras a partir de antiguos oratorios y de cómo aquellas se transformaron en verdaderos cenobios. En una sola generación podía producirse una rápida transformación de unos tipos en otros. No puede darse una imagen monolítica de transformación de un eremitorio en monasterio. La iglesia visigoda trató de controlar el fenómeno exigiendo una etapa previa de vida en común, pero esto no significa que desde entonces sucediera así.
Por otra parte la invasión musulmana provocó una reestructuración socio-política de las zonas que quedaron libres. La repoblación hizo que la organización del territorio se realizase sobre nuevos principios geoestratégicos. Ese proceso comienza a partir del año 740 en que los bereberes, después de levantarse contra los árabes son aplastados, hecho que provocó su repliegue hacia el sur, quedando la cuenca del Duero, los Pirineos y Cantabria libres del invasor. Las primeras campañas de los cristianos procedieron del reino de Asturias, donde a partir de Alfonso III (866-910) los ideólogos cortesanos reivindicaron para el reino la herencia visigoda y junto a ella la hegemonía sobre los otros reinos. De hecho al final del reinado la frontera se situaba en el Duero, y es al norte de ese limes donde se fundaron la mayor parte de los ermitorios, en el Bierzo, en tierra de campos, en las Merindades, en Navarra, en los condados aragoneses y zonas de Cataluña.
LA GALLAECIA: En la antigüedad tardia se constituyó la provincia de Gallaecia, que se subdividía en conventos jurídicos. Los genuinos fueron Lugo, Braga y Astorga, capitales fundadas por Augusto que dieron nombre a los territorios. Pero el convento de Clunia, en principio parte de la Tarraconense, llegó a incluirse en Gallaecia. De esos territorios el más romanizado fue Braga. Pero lo importante es la proyección de Gallaecia hacia el centro peninsular, pues en época sueva el reino llegó a ocupar toda la península excepto la franja costera mediterránea.
Ya en 449 Requiario se convirtió al catolicismo, pero entre 456-550 hay un lapso de oscuridad documental en el que los reyes suevos vuelven al arrianismo y dividen el reino en varias ocasiones. En 550 se restableció el catolicismo, esta vez de forma definitiva y en 561 y 572 se celebran los primeros concilios de Braga. Fueron años de gran actividad monástica bajo la egida de San Martín de Braga.
En 585 Leovigildo anexionó el reino suevo creando un nuevo ducado que se ofreció a individuos emparentados con la monarquía. Serán los partidarios de Vitiza los que desde la Gallaecia llamen como aliados a los árabes. En tiempos de la primera reconquista Gallaecia y Cantabria, que pasó a denominarse Asturias de Santillana en el siglo VIII, formaron un conglomerado dinástico en el que las diferencias venían dadas por la ambición personal de los miembros de los linajes y las rivalidades entre ellos.
En cualquier caso las fuentes árabes se refieren a la Gallaecia como la nación más poderosa y Beato de Liébana se refiere a Galicia y Asturias bajo la denominación de Gallaecia. Quizá hasta Alfonso II se deba hablar antes de grandes magnates que de reyes, pero la vinculación está clara. Ramiro I fue impuesto por la nobleza gallega y las fuentes árabes hablan de Ordoño I como rey de Galicia. La capital pudo ser itinerante entre Galicia y Asturias.
En el siglo X los normandos llegaron a invadir parte de Galicia, lo cual afectó la actividad diplomática y comercial a través de las ciudades de la costa. Hubo una emigración al interior y la región se empobreció. En el reinado de Ordoño IV (956-960) se concedió la independencia al conde castellano Fernán Gonzales. En 1002 fue un conde gallego, regente de Galicia, quien colaboró en la derrota de Almanzor cerca de Calatañazor.
La impresión general es que los reinos cristianos estaban poco aislados, en particular Galicia y Asturias constituían una unidad, de modo que la primacía, el título de rey, podría ser reivindicado desde cualquier punto, ya fuese desde Lugo o desde Oviedo.
CANTABRIA:
EL BIERZO: Hasta el año 585 fue territorio del reino suevo y entre el año 585 y el 711 formó parte del reino visigodo. Administrativamente formará parte del ducado de Asturias desde su creación en el siglo VII. El Bierzo será uno de sus territorios con sede en Bergium que fue ceca poco importante. Esta comarca será célebre cuando llegue allí Fructuoso, que será una de las figuras conocidas más destacadas en la organización del monacato. Fundó en el Bierzo Compludo, San Pedro de los Montes y San Félix de Visonia, antes de abandonar la región. En la segunda mitad del siglo VII llegó a la zona Valerio, que residió en la celda de San Fructuoso en Compludo.
Tras la invasión musulmana, Alfonso II y Ramiro I reconquistan El Bierzo, quedando el norte como zona ganadera y el sur como región agrícola. En el año 850 nació Atilano, mozárbe que residió en Tarazona y que muy joven buscó la soledad, estableciéndose en el monasterio de Fayos cerca de su ciudad natal. Pero más tarde llegó al Bierzo, se piensa que pudo ser copista en el monasterio de Sahagún. Se asoció con Froilán, que procedía de Lugo, para establecer un eremitorio en Curmeño.
Posteriormente fundaron monasterio en Veseo. A partir del año 878 los dos monjes fundaron el monasterio de Tábara y otros más en las riberas del Esla, en tierras zamoranas.
TIERRA DE LOS CAMPOS DE PALENCIA: La sede del obispado estuvo en Palencia, ciudad de origen prerromano, que fue destruida por los árabes sin ser restaurada hasta 1035 por Sancho III. El rey navarro otorgó fueros a la ciudad y lo mismo hicieron Bermudo III de León y Fernando I de Castilla. Parece que brilló bajo el reino visigodo y se dice que a la zona llegaron discípulos de San Millán.
CASTELLA VETULA: El embrión del futuro reino de Castilla se organizó entorno a la ciudad de Amaya, donde tuvo su sede el primer conde castellano don Rodrigo. Amaya había existido ya en los últimos años del reino visigodo. Pero la sede de época visigoda en la zona fue Oca, que a partir de 788-796 se traslada a Valpuesta ante el acoso de los musulmanes. Valpuesta se consideró continuación canónica de Oca, con jurisdicción hasta el valle de Manzanedo por el oeste. Tuvo continuidad entre 863-1075. En 1075 se restablece la sede de Oca que se llamará Oca-Burgos. Esta sede será declarada exenta de metropolitano por Urbano II, privilegio que conservará hasta 1572 A su vez Amaya se transformará en Amaya-Muñó durante el siglo X.
La Castilla de Fernán González (930-970) sufrirá avances y retrocesos y a comienzos del reinado de Fernando perderá territorios a manos de los navarros, que se recuperarán tras la batalla de Atapuerca de 1054. Así en 1078 los dominios castellanos vuelven a tener las fronteras que tuvieron con Fernán González. Por otra parte hasta la conquista de Toledo de 1085 no se puede hablar de una empresa militar coherente del reino castellano. Hasta entonces prevalece la repoblación de gentes privadas, y a partir de 1085 se crea un eje Burgos-Toledo que terminará quitando protagonismo a León.
La diócesis de Burgos limitaba al sur con la de Burgo de Osma, al este con la de Calahorra, al norte incluía Santander, que no será sede hasta 1754, y por el oeste con Oviedo, León y Palencia. Valpuesta se organizó como cabildo catedralicio desde un principio, Burgos en 1075. El cabildo era consejero del obispo y tiene su origen en el movimiento monástico que hasta la plena Edad Media tuvo un papel predominante en la iglesia. Las diócesis estaban subdivididas en arcedianatos, existiendo cinco en el siglo XII. El de Briviesca tuvo jurisdicción sobre algún emplazamiento ermítico en la zona de Valdivielso y el de Valpuesta, creado en 1075, dominaría hasta Villarcayo por el oeste.
En Castilla las gentes vivían de la agricultura y la ganadería, predominando una u otra según las posibilidades de los distintos enclaves, predominando las zonas escarpadas y los vallejos horadados por el rio Ebro. El siglo VII fue un periodo en que la zona se fue integrando en la economía de base cerealícola. Tras la invasión árabe la población se dispersa y los ganaderos quedan como tutores militares de los agricultores de los valles. La zona fue independiente durante una parte del siglo VIII, tras el cual Castella Vetula fue asimilada al proyecto astur de repoblación. En ese proceso se fueron imponiendo los vínculos de vecindad sobre los de parentesco que dominaban entre los ganaderos.
NAVARRA:
CONDADOS DE ARAGON, SOBRARBE Y RIBAGORZA: En Aragón y Cataluña el eremitismo estuvo igualmente difundido, pero el hecho de que no hubiese tierra de nadie en la frontera con los musulmanes trajo diferencias con otras regiones estudiadas. Los territorios cristianos estuvieron más constreñidos y por eso los probables eremitorios se reutilizaron como monasterios e iglesias parroquiales, perdiendo su naturaleza originaria. En cambio en el tercio noroccidental se abandonaron más pronto y no hubo continuidad, lo que hace posible reconocer su antigua fisonomía.
Desde los tiempos visigodos hubo tradición monástica en Zaragoza, con San Braulio y su discípulo Tajón, en Huesca con San Victorián, en Sobrarbe y Ribagorza. Hubo en esa época una relativa abundancia de monasterios en la zona, y se dice que San Victorián pudo formar parte de una laura en los alrededores de Huesca. Con la llegada de los árabes una parte de la población huyó a los altos valles pirenaicos, donde los musulmanes no pasaron de Ainsa y Boltaña, en el Sobrarbe. Estos territorios del pirineo central no formaron parte de la Marca Hispánica, porque fueron los condes de Tolosa quienes los administraron, como patrimonio familiar y no como parte del Imperio carolingio.
Los tres condados se fueron liberando del control de Tolosa durante el siglo IX: Galindo González de Aragón en 828 y Ramiro I de Ribagorza en 872. Los valles de Sobrarbe fueron zona de expansión de Aragón durante el siglo X, y previamente sólo el valle de Guistaín fue controlado por Tolosa. Galindo Aznar II de Aragón legó a su hija Toda los territorios de Sobrarbe que se unieron con Ribagorza tras el matrimonio de Toda con Bernardo I. Sancho III el Mayor de Navarra anexionó los dos condados orientales, que pasaron a su hijo Gonzalo, pero muerto este en 1037, pasaron a su hermano Ramiro I, primer rey de Aragón. Sancho Ramírez unió el reino de Pamplona a la corona de Aragón y estableció la corte y la sede episcopal en Jaca. Pedro I, en 1096, tomó Huesca y Bobastro a los árabes. Alfonso I el Batallador reconquistó Zaragoza en 1134.
Los ejes monásticos de los tres condados durante la primera reconquista fueron, San Juan de la Peña para Aragón, lugar al que llegó el anacoreta Juan de Atarés en el siglo IX, San Victorián de Asán, refundación de eremitas en torno al 850, y Roda de Isábena para Ribagorza.
LA MARCA HISPANICA: Esta región la formaban los futuros predios de la casa condal de Barcelona, que durante siglos tuvo una declinante e imperecedera impronta franca. Nunca tuvo una administración unificada. A partir del año 801, en que los carolingios toman Barcelona, los territorios se fueron organizando según el modelo del Imperio. Muy pronto este se desmorona, aunque la influencia se mantuvo, como lo demuestra la rápida penetración de la reforma cluniacense y del estilo románico. Fue Wifredo el Velloso quien hacia el año 877 reunió en su persona los condados de Barcelona, Gerona, Urgel y Cerdaña. Ya Borrell II se negó a prestar vasallaje al reino franco, que no obstante no renunció a controlar la región hasta 1258. Alfonso I el Casto puso fin a la Cataluña condal.
LA MESETA CENTRAL CASTELLANO-LEONESA: Entre los ríos Duero y Tajo se extiende la mesta central castellana, que constituyó la región de la marca central entre la zona musulmana y cristiana. En tiempos del Emirato de Córdoba, primero dependiente de Damasco(716-759) y más tarde independiente(759-929), fue territorio homogéneo con estatus de provincia, en árabe coria. Durante el Califato(929-1010) tuvo parecido estatus y no es hasta los reinos de taifas que cambia su rango de provincia por el de reino independiente. En 1085 Alfonso VI conquistó su capital, Toledo, y es entonces cuando la taifa de Sevilla llamó en su auxilio a los almorávides. El rigorismo de estos se dejó sentir en la zona musulmana donde los eremitas fueron perseguidos y cautivos de aquella nueva forma de interpretar el Corán.
EL SUDESTE ANDALUZ: En la región que tomaría el nombre de Bética en tiempo de la dominación romana, y que conservaría en época visigoda, en la vertiente oriental, se localizan eremitorios de época visigoda y también de los primeros siglos de la dominación musulmana. Fue región de colonización fenicia, aunque ya antes tuvo tradición urbana, pero en cualquier caso puede considerarse la región más avanzada de la península en la antigüedad, condición que se mantuvo tras la invasión árabe. Parte de la zona estuvo previamente controlada por los bizantinos, que probablemente llegaron a dominar el sur de la actual provincia de Albacete.
SOBRE LAS NECROPOLIS: Vamos a diferenciar dos tipos de asentamiento, las necrópolis-poblados y los eremitorios, en la creencia de que cada lugar puede haber sido ambas cosas en sucesivas fases pero que en la actualidad puede ser sobresaliente una de ellas.
El Camino de Santiago, desde sus inicios, se constituyó como una incesante fuente de espiritualidad, de trasmisión de la cultura y las tradiciones, permitiendo la entrada de nuevos gustos provenientes de otros países como pudieron ser los artísticos - con su influjo en numerosísimas iglesias, catedrales y construcciones civiles- o los literarios -con personajes como los juglares-; sin olvidar que fue la conexión entre la Península y el continente europeo, situándose junto a Jerusalén y Roma como lugar sagrado que todo cristiano aspiraba a visitar al menos una vez en la vida.El prestigio que los restos de Santiago alcanzaron en el occidente cristiano superaron todo lo hasta ese momento conocido, instaurándose como un fenómeno a escala global que sobrepasó las expectativas y las ideas que sobre el Apóstol la Iglesia pudo crearse que, con su descubrimiento, pretendió un doble objetivo: la conexión del mundo cristiano tras la caída del Imperio Romano y las incursiones de los bárbaros a partir de la creación de lugares que se establecieron como referentes para los cristianos y, en el caso español, la consolidación del Reino de Asturias.
En la dimensión social, la Iglesia hizo partícipe a toda la sociedad en nuevos ritos, asegurándose de ese modo su participación y devoción en los mismos. La idea funcionó y es que a la hora de analizar y estudiar la enorme implicación de la sociedad medieval con el Camino de Santiago y la gran notoriedad que el Apóstol alcanzó a partir del siglo X, debemos apartar, una vez más, nuestro punto de vista actual situando en primera plana la profunda creencia y veneración que profesaban a una figura como la del Santo. Se creía, de la misma forma, en la oración, la salvación y el perdón, término esencial al hacer referencia al jubileo.Entorno al descubrimiento del cuerpo de Santiago Apóstol, a mediados de siglo IX, se creó toda una leyenda que ayudó a la mitificación de un santo que, incluso hoy en día, mueve a millones de peregrinos. Su figura fue determinante también en la consolidación del nuevo reino astur, único reducto fiel en la Península Ibérica ya que la mayor parte del territorio, Al- Ándalus, estaba bajo el dominio islámico. Así pues, Santiago se erigió como símbolo del mundo cristiano el cual no podría haber luchado contra los infieles sin su ayuda, llegando por ello a ponerle el sobrenombre de Santiago Matamoros.
Desde los inicios del Camino de Santiago las crónicas recogieron historias, aventuras y anécdotas que, pudiendo ser más o menos veraces, nos permiten hacernos una idea de la importancia que tuvo durante la Edad Media. Entre ellas vale destacar el Códice Calixtino (1140). En estas historias, que gustaban mezclar lo real con lo ficticio, llega a mencionarse la posibilidad de que fuera el propio Carlomagno el que, avisado por el mártir a través de alguna acción divina, encontrase el sepulcro y comenzase el culto del mismo en Santiago de Compostela, ciudad fundada para tal objetivo. Alejada de esta postura, parece que fue la realidad.De cualquier forma y como ya apuntábamos, su descubrimiento contribuyó a la formación del emergente reino astur que observó en este elemento un estupendo punto de partida que utilizó como aglutinador contra los musulmanes presentes en Al- Ándalus. El norte se convirtió en centro de batalla con Pelayo a la cabeza, instituyéndose como los dos símbolos del cristianismo español.En el aspecto más espiritual, el Camino de Santiago compitió rápidamente en popularidad con las peregrinaciones a Jerusalén y Roma, forjándose como un destino tanto para reyes y nobles como para campesinos, artesanos o religiosos. De esta forma no hacía falta ser caballero y luchar en las Cruzadas para expiar las culpas. Podían visitar Santiago de Compostela, lugar de donde también los musulmanes fueron expulsados.
Todo cristiano aspiraba, al menos una vez en la vida, a visitar Santiago de Compostela. Para darle mayor personalidad y transcendía al Camino, se creó todo un culto de santos menores a lo largo de la peregrinación. Entre las adoraciones destacaba el culto mariano, el realizado a la Virgen María. Así lo demostraban las miles de iglesias, ermitas y catedrales que se construyeron antes de Santiago cuyo objetivo primordial era dar soporte espiritual a los peregrinos.
Los primeros datos que sobre peregrinaciones constan, alrededor del siglo X, aseguran que las personas que realizaban el camino no lo hacían solos sino en expediciones o comitivas y es que era necesaria la protección y la compañía, entendiendo el Camino como un momento de solidaridad, compañía e incluso de protección mutua, sin olvidar que durante el trayecto llevaban a cabo un proceso por el cual los peregrinos asumían sus pecados, aceptándolos e intentando que, a través del perdón y la reflexión, además de una penitencia, pudiesen ser expiados al llegar a Santiago.
Para ello era igualmente importante la actitud de aquellos que lo recorrían, siendo necesaria la caridad y la Penitencia, implantándose como obligación de los que más tenían ayudar a alimentar y proteger a los que menos poseían.
También era característica la indumentaria del peregrino donde podía observarse el sombrero de ala ancha, el zurrón, la calabaza cantimplora y la concha.
Los peregrinos, españoles o extranjeros, traían con ellos sus tradiciones y gustos, poniendo en contacto a éstos con las nuevas tendencias y modas ultrapirenaicas.
racias al recorrido y el prestigio cada vez mayor de la peregrinación, las localidades por las que cruzaba pudieron beneficiarse de ello tanto en el aspecto del comercio como del hospedaje y la alimentación, proliferando puestos y tabernas que abastecían al peregrino. Además, según apunta el excelente medievalista Julio Valdeón, los ingresos no vendría sólo del hospedaje sino que el requerimiento de nuevos alojamientos y la construcción de edificaciones religiosas necesitaban de un considerable número de trabajadores, como albañiles, canteros, carpinteros o vidrieros lo que constituyó, sin duda alguna, un poderoso factor de dinamización económica.
Otro de los pilares de la economía, la artesanía, se vio igualmente impulsada por la mayor presencia de peregrinos que, gracias a su demanda de productos, aumentaba considerablemente el nivel de negocio que podían tener en una población cualquiera en ese tiempo. Podemos pensar que los sectores más importantes eran el alimenticio y el textil, siempre relacionado con los símbolos que diferenciaban a los peregrinos.
La creación de estos nuevos espacios junto con la mejora de los caminos, permitieron un excelente comercio que, aprovechando las ventajas que permitía la mejora de las vías de comunicación, aumentó el recorrido y la cantidad de productos incluso del proveniente del otro lado de los Pirineos así como la articulación del mercado dentro de la Península. En estas localidades comenzaron a ser habituales los mercados semanales, mensuales y anuales, citas que albergaban a comerciantes deseosos de proveer de lo necesario a aquellos que recorrían el Camino. Nadie mejor que Valdeón ha descrito la situación:
Las condiciones para el desarrollo del comercio a lo largo de la ruta jacobea fueron, ciertamente, favorables. Por de pronto contaba a su favor la existencia de las antiguas calzadas romanas, convertidas en vías naturales de penetración del comercio ambulante a partir del siglo IX. Pero quizá lo más positivo fue la gestación de un marco legal favorable para la práctica mercantil, expresado en el denominado "derecho de francos". Es significativo, a este respecto, un decreto del año 1095, otorgado por el conde Ramón de Galicia, en el que se ordenaba no prender ni despojar a ningún mercader ni habitante de Santiago. Los mercaderes de la ciudad del apóstol gozaban, prácticamente desde esas fechas, de autonomía jurisdiccional. Tampoco podemos olvidar la importancia que tuvo la implantación en las tierras de la cristiandad occidental, y por lo tanto en las comarcas por donde pasaba el camino de Santiago, de la "paz de Dios". Además de posadas se crearon hospitales y un cuerpo de seguridad especial para cuidar la seguridad de los peregrinos.
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